Te vi en el Hogar La Posada (Hogar de personas enfermas con HIV), ya enfermo, consolando a los enfermos. Te vi en el Altar de Dios, en cada Misa, y te vi ya en el Cielo. La ̇última vez que te vi, te vi en el «gran misterio de la cruz dolorosa» y amé más a Dios. Gracias, Guille, y ¡No te olvides de mí en el Paraíso!
Desde su internación en la Fundación Favaloro.
No quería dejar de escribirte en este día para compartir con vos todo este «magníficat» que tengo adentro, porque creo que sos una de las únicas personas que puede comprender esta alegría tan honda que estoy viviendo.