Te observé una y otra vez en la Iglesia, solo, rezando silencioso y vi que era el don de la paciencia en la espera de la voluntad de Dios. Hablamos juntos varias veces de lo que sentías en tu corazón y comprendí que a los humildes el Señor los colma de bienes y a vos, Guille, te llenó de confianza, de aceptación y de paz, aún en medio de las humanas tormentas.
Guío el camino a Dios a muchos niños y jóvenes.
Por empezar el fue el que guío el camino a Dios a muchos niños y jóvenes, nos enseño a ser buenas personas y a encomendarnos siempre a Dios y a la Virgen.